¿Qué significa conformarse perfectamente con la voluntad de Dios? Sin duda aquello que el Señor quiere para nosotros es un misterio que se revela lentamente.
Tanto en la Sagrada Escritura como en la Sagrada Tradición abundan las referencias sobre entregarnos a la voluntad divina. Pero entre tan vasto caudal de sabiduría siempre volvemos a nuestro Señor Jesucristo.
Él llevó la conformidad con la voluntad divina a su máxima plenitud, durante la noche en el silencioso huerto de Getsemaní (Lc 22,39-46).
En medio de lo que se reveló como una intensa crisis de ansiedad, acompañada por la hematidrosis (sudar sangre), la agonía espiritual por lo que habría de padecer es lo que más afligía el Sagrado Corazón de Nuestro Señor.
Según las revelaciones de la Beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824), a esta agonía se le sumaron las visiones de todos los horrores y pecados que la humanidad había cometido y habría de cometer en la historia. Pecados que Él expiaría en su Pasión y Muerte en la cruz, voluntariamente aceptada (Jn 10,11-16).
Nunca podremos comprender del todo semejante misterio de amor, en el que Jesús se conforma perfecta y eternamente a la voluntad de su Padre celestial. Por eso su frase:
“Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lc 22,42)
Lo más desafiante, pero a la vez inspirador es que el Señor nos invita decir también: “No se haga mi voluntad, sino la tuya.” ¿Cómo vivir esto cada día? Pues más que ser una cuestión teológica, es algo que se experimenta.
Conformarse no es pasividad ni resignación
Para saber cómo conformarse con la voluntad divina cabe aclarar primero cuál es la voluntad de Dios. ¿Cómo saber cuál es su voluntad? La dificultad no estriba tanto en saber cuál es, sino en cuál es para nosotros; en el contexto de nuestra vida.
De lo general, puede llegarse a lo particular. La voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts 4,3), y como bien lo afirma Santo Tomás de Aquino, el objeto de la voluntad es el fin y el bien (S. T., I, 1, 19.)
A partir de esta realidad de gratuidad y amor partimos para comprender cómo se hace presente el Señor en nuestras vidas. En este sentido, cada ser humano recorre un camino único, en el que puede ir profundizando cada vez más en su relación con Dios.
Entre más nos relacionamos con Dios, más se comprende cómo su voluntad es el amor, el bien último. Se trata de una relación que es dinámica y cambiante, pero con una certeza interior que ilumina hasta los rincones más alejados de nuestra vida.
Por ello, conformarse con la voluntad de Dios no es ser pasivos, rendidos indiferentemente a las contrariedades e incertidumbres de la vida. Es ser conscientes de la presencia de Dios en nuestras vidas en cada momento, y entregarnos a Él.
San Alfonso María de Ligorio (1796-1787), un gran santo y místico italiano, nos lo plantea con mucha claridad:
“Si queremos complacer enteramente al corazón de Dios, procuremos, en todo, la conformidad con su divina voluntad, y no sólo la conformidad sino la unidad en todo cuanto Dios disponga.”
Se trata de con-formarse, es decir, formarnos en algo más allá de nosotros mismos. Es una convergencia con la forma divina de ver la realidad, de pensarla, sentirla y actuar en ella.
La perfecta conformidad es la unión con Cristo en su Pasión
“Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos son mis caminos.”
(Is 55,8-10)
La conformidad lleva en última instancia a la unión íntima y transformante con Cristo, una unión de naturaleza mística. Una que ya en esta vida puede dar sus frutos luminosos.
Esto es lo que, entre otros aspectos, distingue a los cristianos del resto de la humanidad. Pero los católicos, especialmente, estamos llamados a vivir esta realidad como místicos; como personas unidas a la Pasión de Cristo, pues fue ahí donde Jesús mostró plenamente cuál es el camino para llegar a la plena unión con el misterio de Dios.
Siguiendo lo afirmado por San Pablo (Col 1,24), completamos en nuestra carne lo que falta a la Pasión del Señor. No significa esto que el sufrimiento y la muerte de Cristo en la cruz no fuesen suficientes para la salvación de la humanidad; fueron y serán eternamente redentores.
Pero ha dispuesto el Señor en su infinita misericordia y sabiduría que podamos participar de tan sublime misterio de amor. Sólo así su salvación se hará realidad en nosotros, así los méritos y frutos de su redención continúan emanando su luz a través de su cuerpo místico que somos nosotros, su Iglesia. De ahí las palabras de San Pablo:
“Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.” (Rm 6,4)
La perfecta conformidad con la voluntad de Dios abarca todos los ámbitos de la vida, pero se manifiesta especialmente en el sufrimiento que aceptamos confiadamente. Esto está lejos del masoquismo o dolorismo que muchas veces acusan quienes no comprenden la esencia y naturaleza de la mística católica.
Se trata más bien de la real y plena comprensión de que el amor de Dios se halla presente en toda la realidad. Llega hasta el extremo por nosotros, y en ese sentido, no nos queda más que rendirnos a Él, y dejarnos amar.
Referencias bibliográficas
Santo Tomás de Aquino. (Trad. en 2009). Suma de Teología. I parte, I. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Máster en Estudios Teológicos y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Costa Rica. Creador y Director de la Academia Plenitud del Misterio. Ha brindado formación en numerosas áreas que abarcan desde la teología, la mística y la espiritualidad hasta la investigación científica. Como laico, esposo e hijo de familia, se dedica a desarrollar su vocación de servicio a las almas a través de una perspectiva integral.
Hola Marquitos. Que gran reflexión sobre hacer la voluntad de Dios y realmente comprender tan grande el Misterio de Amor que nuestro señor Jesuscristo hizo por nosotros, que a veces no lo dimensionamos. Me puso a pensar realmente si en realidad hacemos o tratamos de hacer la voluntad de Dios. Creo que llegar hacer la voluntad de Dios es un poco dificil por nuestra condición humana pero como dice el padre debemos ser apasionados por las cosas del Señor, no fanaticos y creo que asi llegaremos en algún momento a acercarnos un poco. Gracias por este articulo, muy interesente. Dios te bendiga mucho.
Estimada Oky
Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer el artículo. Me alegra que haya suscitado una reflexión en vos. Llegar a comprender el amor de Cristo en esta vida es particularmente difícil, pero no imposible de vivirlo. Nuestra condición humana, caída y frágil, como bien lo planteás, ciertamente dificulta poder hacerse uno con la voluntad de Dios. Pero lo que para los seres humanos es imposible, para Dios no lo es. El testimonio de tantos santos y místicos es evidencia de que se puede, un día a la vez.
Bendiciones