En esta ocasión, quiero compartir una breve reflexión sobre las virtudes, qué son y cuál es su importante y necesaria relación con nuestra vida interior.
La idea de que existen vicios y virtudes en el ser humano es antiquísima, pues sus orígenes se remontan hasta la filosofía platónica y aristotélica. En este sentido, no son un patrimonio cultural ni filosófico del cristianismo ni de la Iglesia católica.
Sin embargo, ha sido en la vasta tradición teológica y espiritual de la Iglesia donde se ha alcanzado una comprensión sofisticada e integral sobre la naturaleza de aquellos hábitos que conocemos como vicios o virtudes.
En este camino, comprender el pensamiento tomista y su sistematización de las virtudes y vicios es fundamental y necesario. Desde la Encíclica Aeterni Patris del Papa León XIII, publicada el 4 de agosto de 1879, la restauración del pensamiento tomista es una meta permanente.
No es casualidad, pues se trata de un recurso valioso para llevar a la vida concreta las enseñanzas de Cristo en una forma sistemática, tanto en la dimensión intelectual como experiencial.
La perspectiva tomista de las virtudes
Una forma más sistemática de comprender las virtudes es con su contraparte en los vicios. En las siete virtudes teologales y los siete pecados capitales se encuentra creo yo, la mejor síntesis de nuestra moralidad humana, de acuerdo con lo planteado por Santo Tomás de Aquino (trad. en 2009):
Vicios | Virtudes |
Vanagloria (soberbia) Gula Lujuria Avaricia Pereza Envidia Ira | Humildad Templanza Castidad Generosidad Diligencia Caridad Paciencia |
Un detalle importante es que Santo Tomás define esencialmente una virtud como un “hábito” que perfecciona al ser humano, y lo faculta para obrar conforme al bien (S.Th. I-II, q. 55, a. 3)
Nuestra personalidad, si se observa, es en buena parte resultado de aquellas virtudes que más hemos ejercitado, o de aquellos vicios a los cuales nos hemos dejado arrastrar.
¿En qué medida somos conscientes de que cada día son numerosísimas las oportunidades de obrar conforme a la voluntad de Dios, la cual es el bien último?
Volviendo a Santo Tomás, él fue probablemente quien más profundizó en la dimensión teológica y filosófica de los vicios y las virtudes. En su pensamiento se da la convergencia de dos fuentes como lo fueron la eudaimonia aristotélica y la teología católica.
Por ejemplo, un acto es bueno o malo según nos acerque o nos aleje del fin de nuestra condición humana como lo es la εὐδαιμονία, o felicidad. Empero, el gran detalle es que la noción de felicidad en Santo Tomás es profundamente distinta a la que predomina en la cultura de hoy.
Para Santo Tomás, la felicidad plena es el fin de toda virtud. Dicha felicidad existe, pero es imposible alcanzarla en esta vida terrenal. Acertado y realista, pues solo en la unión mística y sobrenatural con Dios en la vida eterna seremos plenamente felices, un fin que evidentemente, está más allá de nuestra capacidad humana.
Al esfuerzo cotidiano por ejercitar esos hábitos que perfeccionan nuestras almas, necesitamos abrirnos a la gracia divina para que nuestra naturaleza se vea finalmente transformada.
La búsqueda de la santidad
La vida interior es en donde realmente se vive la fe. Cuando nos sumergimos en el interior de nuestras almas, nos encontramos con la verdadera realidad de lo que somos, pero también con la presencia de Dios.
En este sentido, los santos y los místicos fueron personas que tomaron consciencia de que el alma es como el barro. Entre más se entregaban a Dios, más Él, como el alfarero, iba dando forma a sus almas.
La vida interior es así el campo de batalla donde se define nuestra salvación. Por eso, y en última instancia, el cultivo y desarrollo de las virtudes es resultado de nuestros esfuerzos por alcanzar la santidad, y la gracia que Dios nos concede para este fin último.
El cultivo de las virtudes y la vida interior se hallan así, íntimamente vinculadas, porque se llega así a la perfección del amor. Perfección que nos lleva a participar en la naturaleza divina. Perfección que pasa por la cruz, para llegar a la resurrección.
Así, para la mística y la espiritualidad católica, es Dios quien en última instancia transforma nuestra naturaleza, nos “deifica” y nos transfigura.
Referencias bibliográficas
Santo Tomás de Aquino. (Trad. en 2009). Suma de Teología. I-II parte. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Máster en Estudios Teológicos y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Costa Rica. Creador y Director de la Academia Plenitud del Misterio. Ha brindado formación en numerosas áreas que abarcan desde la teología, la mística y la espiritualidad hasta la investigación científica. Como laico, esposo e hijo de familia, se dedica a desarrollar su vocación de servicio a las almas a través de una perspectiva integral.
Interesante ponencia en cuanto a un tema bastante controversial en el vivir humano, donde nos debatimos entre el bien y el mal. Clarificar esto desde la perspectiva Tomista, ayuda a ilustrar mejor aquello que podemos potenciar y mejorar, con la acción de la gracia divina.