La oración en la contemplación de la cruz al meditar el Padrenuestro

La esencia de la oración es la de ser un encuentro y un diálogo con Dios. Un encuentro entre dos amantes que anhelan conocerse.

La alegría del corazón en la oración

La oración es el lugar de encuentro a solas entre dos amantes que buscan la mirada uno del otro[1]. Es estar ante la presencia de Aquel que se ha revelado[2], recibiéndose la gracia de entrar en comunión con Él.

Cada vez que un cristiano ora, hace un llamado a la Misericordia divina, a causa del vacío causado por el pecado y, necesita ser saciado por la fuente de agua viva[3], Jesucristo. Ante este razonamiento, es menester del orante una actitud de humildad[4], con un corazón contrito[5].

Quien es capaz de ser humilde, puede reconocer su fragilidad, su vulnerabilidad como pecador, tal y como el publicano en Mateo[6]. Al orar se hace la petición de aquello a lo que toda criatura aspira, es decir, a los bienes del Reino de Dios.

Todo esto según el grito de Bartimeo en el Evangelio[7]: desde la esperanza y la confianza; desde la fe en la salvación[8].

Este encuentro de dos amantes que buscan saciarse en el amor[9] acontece en la oración. Es el momento en que el corazón habla, su voz resuena invocando el llamado hacia quien ha dado sentido a la existencia del ser.

Es un llamado al Creador que, sin embargo, no se es capaz de percibir en medio de la oscuridad ensombrecida por las ataduras del pecado. No obstante, en la Creación está esculpido el sello del Creador, por lo cual todo en cuanto en ella existe aspira y retorna hacia Él. Porque en la plegaria se descubren el asombro y la fascinación por el Misterio de Dios, permitiendo al ser humano el glorificarlo y vivir en el gozo del Padre, tal y como lo predicó Jesús[10].

¿Qué es el amor?

Quien decodifica el lenguaje de la misericordia en su vida puede deleitarse en el abrazo de amor del Padre.

El amor es el máximo mandamiento[11]. Definir el amor es hablar de la persona, personaje que desempeña un rol en la sociedad, siendo una de sus cualidades el ser social. Su capacidad de relacionarse con los otros tanto en el ámbito personal como con sus semejantes es lo que conlleva a una experiencia de encuentro. 

Por consiguiente, Dios es persona, es experiencia de amor, expresada en su Misericordia, caracterizada por tres principios:

  1. Observar. Consiste en ver a profundidad la realidad propia y la del otro, para alcanzar la compasión.
  2. La compasión. Conlleva el entender, conocer, vivir, sentir y padecer con el otro para poder actuar.
  3. Actuar. El acaecimiento del amor. Es una entrega, una donación hacia el amado.

Dios ha observado a profundidad al ser humano; ha palpado toda su realidad y cómo se ha relacionado con su entorno. Tanto en lo social, como en la interacción con sus semejantes. Ya sea en un ámbito más personal, enfrentándose a diversas circunstancias, incluso en la más adversa como lo es su fragilidad ante el pecado.

Pero al mismo tiempo el Señor es consciente de que la persona sabe escuchar su voz y dirigir su mirada a Él, reconociendo su Misericordia.

De Jacob a Jesucristo: un ejemplo del amor divino

La misericordia divina está continuamente atestiguada en la Sagrada Escritura por varios personajes del Antiguo Testamento[12], donde un ejemplo se encuentra en el libro del Génesis.

A través de las vivencias de hombres y mujeres de épocas lejanas, podemos ver reflejadas nuestras vidas, como es el caso de Jacob. Siendo uno de los patriarcas, fue un hombre que había hecho de la astucia su mejor cualidad.

Jacob, quien además tenía una fuerte rivalidad con su hermano Esaú[13], y que posteriormente se vio obligado a huir lejos de su hermano y de su patria, luego de un tiempo retornó con éxito.

Fue en ese instante en el cual se enfrentó a sí mismo, meditando sobre lo que había vivido ahí[14], e inmediatamente tuvo un combate con un ser desconocido. Un combate con el Dios que le cambió la vida y lo transformó de tal manera que incluso su nombre cambió a Israel.

En la historia de Jacob se comprende algo importante. He aquí cómo a pesar de la abundancia del pecado, el Padre se compadeció ante el clamor (”grito”) de su pueblo[15]. Todo esto hasta llegar al culmen de su actuar en la kénosis (κένωσις) de Jesucristo en la Cruz, símbolo del proceder paterno.

Desde esta perspectiva del amor se concibe una apertura a una promesa de felicidad que otorga libertad, en la que el ser humano fue creado por amor y para el amor.

Esto hace que se identifique o se conecte con el otro, y así pueda mirar el reflejo de su propia realidad. La alegría del otro puede representar su alegría, pero lo mismo ocurre con el sufrimiento.

Una problemática y un desafío en la concepción del amor

El amor enfrenta una problemática en cuanto a su concepción, al punto de degradarse la palabra misma. En nuestras sociedades, se la suele reducir a un conjunto de emociones y sentimientos como ocurre por ejemplo con el eros (Ἔρως).

El Papa Benedicto XVI explicó que el eros, cuando es mal interpretado, se convierte en una especie de “locura y degradación”. Una donde la persona se convierte en un instrumento de placer, oponiéndose por completo a su verdadero significado.

¿Cuál es su verdadero significado? El que confiere el “éxtasis”, es decir, la trascendencia hacia lo Divino, superando la existencia terrenal en una promesa de eternidad.

Constituye una fusión del cuerpo y el alma, pues el ser humano es un ser integral y, por esa razón, se dignifica a la persona en la entrega total al otro[16]. Un ejemplo de esto se da en el sacramento del matrimonio, donde los cónyuges se despojan del egoísmo en pro de una búsqueda del bien del otro hasta el sacrificio.

Desde esta perspectiva, el amor exige del cristiano forjar una relación de intimidad con la Santísima Trinidad, convirtiéndose la persona en imagen del amor divino. Es decir, el creyente se convierte en testigo y testimonio de dicho acontecimiento mediante una actitud que ilumine su vida como la de sus hermanos.

Es un actuar como verdaderos hijos de Dios que viven en el amor, en la apertura al amor filial. Este se define como el amor de los afectos que tiene su origen en los lazos que se entretejen entre padres e hijos.

Pero también se extienden a otros familiares: hermanos, abuelos, nietos, donde el cariño y el apego germinan entre los miembros familiares.

El amor filial trata de sentimientos profundos que se van cultivando en la convivencia, en el cuidado, el respeto y el valorar al otro. En la relación de un padre o una madre hacia un hijo, es un amor puro, sin medida, inquebrantable en el tiempo, supera incluso el sacrificio; el ágape (dimensión horizontal).

Es el “el amor de la fe”; el camino de un éxtasis permanente en el que la persona se sale de su Yo para darse al otro y finalmente, reencontrarse consigo mismo. Es el amor hacia lo definitivo, hacia Dios. El eros se transforma en ágape y se da por completo, gratuitamente. En la Sagrada Escritura se aprecia esto: a Dios perdonando a su pueblo ante las continuas rupturas de la Alianza.

La pedagogía de la cruz en el Padrenuestro

La realidad del amor lleva a alcanzar la trascendencia en el eros, haciéndose uno con el amado, así como en la Pedagogía de la Cruz. En la cruz, el madero horizontal es el abrazo al prójimo en la caridad, mientras que el vertical es el abrazo del Hijo con el Padre en la donación de sus bienes y en el regocijo de su gloria[17].

Este legado impreso en la cruz se discierne en la meditación de la oración del Padrenuestro, contenida en dos versiones en los Evangelios: Mt 6, 9-13 y Lc 11, 2-4.

Ambas provienen quizá de un texto base primitivo, por lo que ninguna de las dos versiones ofrecidas es la original. Ambas muestran señales de ser adaptaciones, acordes ­­­­­­­­­­­­al contexto de cada comunidad.

Sin embargo, la oración por excelencia que cumple con el mandato de Jesús es auténtica y contiene lo esencial. La oración del Señor se ubica dentro del esquema mateano de los cinco grandes discursos, específicamente en el primero.

Estos discursos comprenden aquellas instrucciones de Jesús a sus discípulos sobre las prácticas propias del discípulo. En este sentido, los forma en perseverancia con el fin de forjar y desarrollar la fe de cada uno de ellos.

Todo esto de tal forma que su vida sea testimonio de confianza, fidelidad y acción.  Esta plegaria en sus primeras cuatro peticiones hace un llamado a la adoración, pues se pide glorificar a Dios, además de ser escatológica.

En ella se manifiesta la voluntad divina de la Salvación por medio de la instauración del Reino, mientras que las siguientes tres peticiones postulan súplica en favor de las necesidades del hombre.

Necesidades como el pan, el perdón, la protección para no caer en la tentación y la liberación del mal. Además, la Oración Dominical encierra un carácter personal y comunitario, porque al rezarla se usan expresiones como: “Padre nuestro”, “nuestras ofensas”, “líbranos del mal”.

Al pronunciarla en una sola voz se clama por el hermano, por lo que se puede decir que el Padrenuestro contiene la síntesis del Evangelio. La fe cristiana está contenida en ella[18] y es expresión de la grandeza de Dios, causando asombro y admiración por parte del hombre[19].

Antesala al Padrenuestro: ¿cómo orar?

Cuando Jesús enseña a sus discípulos la oración del Padrenuestro, expone en primer lugar una catequesis sobre cómo se debe orar.

Postula tres pautas:

  1. “Entra en tu aposento”. Invita al recogimiento, a un momento de soledad que permite descubrir aquel espacio que se convierte en una “morada personal”. Una donde se pueda mirar a Dios y, por consiguiente comunicarse con Él[20].
  2. “Y después de cerrar la puerta”. Es la acción de disponer un momento de soledad para estar atento a la escucha sin que haya ninguna distracción[21]. Es también un instante de lucha personal contra las tentaciones[22].
  3. “Ora a tu Padre que está ahí en lo secreto”. La palabra Abba es la llave que cierra la puerta hacia un encuentro que ofrece la certeza de la presencia de Dios Padre. Él busca abrazar a su hijo amado acallando la pequeñez humana y afirmando la fe en la oración[23].

Todo esto en función de penetrar en lo más íntimo del ser para propiciar un diálogo auténtico y verdadero. Por ello es esencial que el corazón del orante sea humilde y silencioso; con voz moderada y un oído atento a la escucha. Todo en el recogimiento del propio aposento, el cual, no implica únicamente un espacio físico, sino que se refiere también a la disposición del corazón[24]. El corazón se convierte en un altar a Dios para que se le pueda contemplar y así experimentar el gozo de su amor.

Al mismo tiempo implica la desnudez ante la fragilidad del pecado[25], por ello es necesaria la invocación del Espíritu Santo para perseverar en el crecimiento de la vida cristiana y su coloquio con el Padre.[26]

La esencia de la oración en el Padrenuestro

Esta instrucción por parte de Jesús a sus discípulos sobre la oración constituye la esencia del orar como una apertura del cristiano hacia un diálogo desde el interior del ser.

Una actitud de recogimiento y silencio[27], de modo que se pueda contemplar a Dios y dejarse cautivar por su magnificencia. Es experimentar el abrazo del amor misericordioso dado desde el perdón en la redención de la cruz por causa del mal provocado por el pecado.

Es por ese motivo que el Padrenuestro es el “breviarium totius[28]. Devela la voluntad divina y las súplicas de aquellas necesidades primordiales para que el ser humano sea capaz de superar su propia debilidad.

Para que sea capaz de decir “fiat” al designio del Padre, tal y como lo hizo María para permitir una segunda recreación del mundo[29].

Es así como esta respuesta suscita un diálogo de amor[30], en donde el querer de Dios es a su vez el querer del cristiano, haciéndolos uno en Cristo.

Se forja una relación filial y fraterna, tal y como comenta al respecto San Irineo:

“La gloria de Dios es el hombre viviente y la vida del hombre es la visión de Dios. Si ya la manifestación que tiene lugar en la Creación confiere la vida a todos los seres que viven sobre la tierra, mucho más la manifestación del Padre por el Verbo da vida a todos aquellos que en Él ven a Dios”

La oración como fundamento de la vida cristiana a partir del Padrenuestro

En conclusión, la enseñanza catequética previa a la Oración Dominical es esencial para comprender que un camino de oración requiere de dos cosas.

Primero, una petición de auxilio para la escucha de la voluntad del Padre. Segundo, la consumación de ésta en la apertura del corazón del creyente. Todo por la gracia y fuerza del Espíritu Santo.[31]

De este modo, el orante se introduce en la dinámica misericordiosa del amor trinitario. 

Debe recordarse que la esencia de la oración es la de ser un encuentro y diálogo con Dios. Encuentro y diálogo entre dos amantes que anhelan conocerse.

Es un impulso del corazón, un grito de reconocimiento y amor hacia Dios, tanto en momentos de prueba como de alegría. Se resalta la necesidad de humildad y contrición, reconociendo la fragilidad y el vacío causado por el pecado.

El amor es el máximo mandamiento, vinculándose estrechamente con la persona y su capacidad de relacionarse. Se destaca que el verdadero amor va más allá de las emociones y los sentimientos.

Trasciende hacia lo divino y se manifiesta en la entrega, la donación y el sacrificio por el otro. Todo esto en consonancia con la experiencia de amor divino expresada en la misericordia divina.

Jesús instruye a sus discípulos sobre la oración, resaltando tres pautas fundamentales: el recogimiento en un lugar íntimo, la atención plena a la escucha de Dios sin distracciones y la certeza de la presencia del Padre durante la oración. La humildad, el silencio del corazón y la disposición interior son elementos clave en el diálogo auténtico con Dios.

Referencias bibliográficas

[1] cf. Cant 1, 7.

[2] cf. Jn 14, 6.

[3] cf. Jn 6, 35

[4] CEC n 2559.

[5] cf. Lc 18, 9-14

[6] cf Mt 9, 9

[7] cf. Mc. 10, 46-52; par.

[8] cf. SAN AGUSTÍN, “Sermo 56, 6.9”; CEC n. 2559.

[9] cf. CEC n. 2560.

[10] cf. Jn 14, 2-9.

[11] cf. Jn 13, 34; 2, 8

[12] Papa Francisco, “Audiencia General. Catequesis: La Oración de Jacob.”, Biblioteca del Palacio Apostólico, 10 de junio del 2020.

[13] cf. Gén 25, 19-34

[14] cf. Gén 32, 23-33

[15] cf. Sab 11, 23-26

[16] Cf. Benedicto XVI, “Carta Encíclica Deus Caritas Est”, Roma, 2005, n. 4.

[17] cf. Sal 103.

[18] Cf. C.A. Salvador., “El Evangelio según San Mateo”, Editorial Verbo Divino, Navarra, 2010, pp. 112-113.

[19] cf. Sal 8, 2

[20] cf.  Orellana L., “Padre Nuestro, Resumen de todo el Evangelio”, CPL Editorial Barcelona, 2017, p. 8. Se hace referencia a la experiencia de oración vivida por Santa Teresa de Jesús, en como ella fue comprendiendo la catequesis ofrecida por Jesús, antes de enseñar el Padre Nuestro.

[21] cf. Pe 5, 8-9

[22] cf.  Orellana L., “Padre Nuestro, Resumen de todo el Evangelio”, Editorial CPL, Barcelona, 2017, p. 8-9.

[23] Cf. Orellana L., “Padre Nuestro, Resumen de todo el Evangelio”, Editorial CPL, Barcelona, 2017, p. 9.

[24] (clerus s.f.)

[25] Cf.  Benedicto XVI, “Audiencia General. La liturgia escuela de oración: el Señor mismo nos enseña a orar”, Roma, 2012.

[26] Cf.  Benedicto XVI, “Audiencia General. El Espíritu y el «Abba» de los cristianos (Gál 4, 6-9; Rom 8, 14-17), Roma, 2012.

[27] Cf.  Benedicto XVI, “Audiencia General. Oración y silencio: Jesús, maestro de oración”, Roma, 2012.

[28] cf.  Orellana L., “Padre Nuestro, Resumen de todo el Evangelio”, Editorial CPL, Barcelona, 2017, p. 7. Es la forma en la que Tertuliano se refería al Padre Nuestro, explicando con esta frase que la Oración Dominica, es el resumen de todo el Evangelio.

[29]  Orellana L., “Padre Nuestro, Resumen de todo el Evangelio”, Editorial CPL, Barcelona, 2017, p. 26.

[30] Cf. León Dufour X, “Vocabulario de Teología Bíblica”, Herder, Barcelona, 1972, p. 964.

[31] cf. Rom 10, 17.

3 comentarios en “La oración en la contemplación de la cruz al meditar el Padrenuestro”

  1. Interesante artículo sobre la dimensión del amor, los retos en la comunicación con Dios y la trascendencia de la oración para la humanidad.

  2. Maritza Chaves Somarribas

    A través de este ensayo, Gabriela nos invita a reflexionar, introduciéndonos en el mensaje santísimo que Jesucristo mismo nos enseñó: el Padrenuestro.
    Gracias a Plenitud del Misterio por compartir este excelente artículo.

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