La Beata Elena Aiello es una de las místicas más enigmáticas del siglo XX; una mujer que vivió la Pasión de Cristo en su cuerpo.
Conocida como la «monja santa de Calabria», Elena Aiello es probablemente una de las místicas más desconocidas de la era reciente, y, sin embargo, su testimonio es tremendamente conmovedor.
Entre sus muchos dones, recibió los estigmas del Señor, el don de profecía como también numerosas revelaciones de Jesús y la Santísima Virgen.
Sus experiencias místicas reflejan lo más sublime de la fe católica cuando esta es llevada a su máximo esplendor en Cristo. Sin embargo, en este artículo quisiera dedicarme a reflexionar específicamente sobre una de sus experiencias: los estigmas.
Esto lo hago, no movido por el sensacionalismo o el morbo que suele despertar este fenómeno en quienes solo tienen una vana curiosidad. Más bien, es para invitar a reflexionar sobre la importancia de recuperar la vida de místicas como Elena, cuyo testimonio y dones recibidos son una invitación a una verdadera y profunda conversión al amor de Nuestro Señor.
Sus profecías son eco de esto. Elena Aiello llevó sobre su cuerpo las heridas del Hijo de Dios no para entretenimiento de las masas, sino para ser signo de contradicción; para evidenciar la corrupción y el mal que están carcomiendo al mundo, el cual será sujeto a la justicia divina si no se cambia de rumbo.
Esas fueron las palabras recibidas por Elena de parte de Nuestro Señor; esas fueron también las palabras de Elena: un intenso llamado a la conversión.
Los inicios de una intensa vocación mística centrada en la Pasión
Elena nació el 10 de abril de 1895 en la provincia de Cosenza, en una Italia convulsionada por el nacimiento del moderno Estado italiano, que entre sus consecuencias estuvo la pérdida de los Estados pontificios por parte de la Iglesia católica.
Un aspecto fundamental, y del cual podemos aprender, es que la familia de Elena fue muy devota; católicos verdaderamente entregados a su fe. Esto sin duda moldeó la personalidad de nuestra mística, avivando la vocación que en ella ya residía.
Sin embargo, la muerte visitó tempranamente a la familia Aiello, pues su madre falleció cuando ella apenas era una niña. A consecuencia de esto, su padre quedó a cargo de Elena y sus siete hermanos.
En esta época la pequeña Elena manifestó cada vez más su fuerte inclinación a la vida espiritual, asistiendo a la Santa Misa y comulgando con frecuencia. Pero también realizando toda clase de penitencias y mortificaciones.
Durante la I Guerra Mundial fue notable su amor y entrega al cuidado de los enfermos y los heridos que venían del campo de batalla. Muchas son las anécdotas sobre cómo a través de ella muchos se convirtieron al catolicismo, incluyendo ateos y masones.
En 1920, a sus 25 años, ingresó a la vida religiosa en la Congregación de Hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre. No obstante, recibió una revelación en la que se le predijo que no duraría mucho tiempo ahí, pues Dios tenía otros planes para ella.
Así, fue, efectivamente. Durante el corto tiempo que estuvo en la congregación, Elena sufrió diversos problemas intestinales, reumáticos, más una cirugía mal realizada en su hombro izquierdo, que la forzaron a retirarse a vivir de nuevo con su familia.
Fue justamente acá donde comenzó su verdadera misión, y su extraordinaria travesía en el camino de la fe.
Testigo en carne propia de la Pasión de Nuestro Señor
Con apenas 25 años, la lesión en su hombro, según se diagnosticó, comenzó a gangrenarse, causándole un dolor que para muchos sería insoportable. Aunado a esto, se le diagnosticó un cáncer estomacal.
A pesar de tan desoladora situación, Elena se volcó totalmente a Cristo, rogando también a Santa Rita de Casia para que intercediese por su curación. La santa se le apareció en sueños, pidiéndole que realizara unos ejercicios espirituales en su honor en la comuna de Montalto, para que la gente volviese a la fe.
Habiéndolos realizado, Santa Rita le pidió que hiciera los ejercicios por segunda vez, pues le prometió, tiempo después sería curada. Sin embargo, el dolor en su hombro permanecería, debido a que el Señor haría maravillas a través de su expiación por los pecados del mundo.
De esta manera, durante esos años de su enfermedad y su lesión en el hombro, Elena recibió unos dones extraordinarios. En marzo de 1922, precisamente a las 3:00p.m. según se estima, recibió el estigma de la corona de espinas.
Según narró ella, mientras se encontraba en cama debido al terrible dolor en el hombro, el Señor se le apareció resplandeciente. Vestido de blanco y portando la corona de espinas, y consintiendo ella, Él se quitó la corona y la colocó sobre la cabeza de Elena.
La sangre brotó a borbotones de su cabeza, en lo que debió ser una escena fuerte y capaz de conmocionar al más escéptico. El deseo de Cristo era que Elena sufriese por la conversión de los pecadores, como, sobre todo, por los pecados contra la virtud de la pureza. Así, Elena se convirtió en una alma víctima.
Reacciones encontradas ante su testimonio
La conmoción en su familia no se hizo esperar. Una sirvienta, al encontrarla bañada en sangre, avisó inmediatamente a su familia, quienes naturalmente, llamaron a un médico y varios sacerdotes para que llegasen a salvarla.
El médico no pudo detener el sangrado en la cabeza, que continuó durante tres horas cuando se detuvo repentinamente. La perplejidad fue abrumadora. El viernes siguiente, a la misma hora, se dio exactamente la misma situación.
Según narra el sacerdote Francesco Spadafora, uno de sus biógrafos, el Señor se le apareció entonces a Elena y le dijo que se manifestarían sus llagas en las manos y pies de la mística italiana. Cristo le reafirmó que deseaba que ella fuese como Él, siendo víctima por los pecados de la humanidad, para apaciguar la justicia divina.
Al siguiente viernes, apareció en su cuerpo la herida del costado. Elena se convirtió en una mujer de dolores, una masa de heridas y sangre, pues el Señor, el Siervo Sufriente de Yahvéh, se mostró a través de ella como aquel ante quien se oculta el rostro, pero por cuyas heridas hemos sido sanados (Is 53).
Sus variadas experiencias místicas comenzaron a ser conocidas por más personas, despertándose toda clase de reacciones. Desde el escepticismo, el morbo, la burla, el rechazo, hasta un avivamiento de la fe y la conversión de numerosas personas.
Tal y como el sabio Simeón, al reconocer a Cristo, se lo profetizó a la Santísima Virgen: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción.” (Lc 2,34)
Cuando el Señor se manifiesta a través de sus más fieles servidores, como la beata Elena, emerge lo que realmente está en el corazón.
Sanación milagrosa de su hombro y fundación de una nueva congregación
La lesión en su hombro no había sanado. Llegó incluso a agusanarse, provocándole insoportables dolores. El Señor, apareciéndosele en numerosas ocasiones, le prometió que todos los viernes se manifestarían sus heridas en ella, uniéndose más a su persona.
Fue en ese tiempo aproximadamente, cuando recibió la curación milagrosa por intercesión de Santa Rita; su hombro había cicatrizado.
De esta forma, y durante los siguientes años, Elena Aiello, junto a su amiga Gina Mazza, fundaron la Congregación de las Hermanas Mínimas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Se trata de una congregación que se dedica al cuido y servicio de los niños abandonados o huérfanos.
Elena se convirtió en la Madre superiora de la congregación, alcanzando reconocimiento oficial de la Santa Sede en 1948. No obstante, los inicios fueron complejos, difíciles, inciertos. Falta de apoyo económico, como también escasez de alimentos para los niños que iban recuperando, fueron solo algunos de los obstáculos.
A pesar de ello, son igualmente abundantes los relatos de experiencias sobrenaturales en torno a la nueva comunidad religiosa. Desde apariciones de Santa Teresita de Lisieux, hasta donadores anónimos que aparecían en el momento justo.
En todo esto predominó la diligencia, amor y entrega de Elena a sus deberes como a su apostolado, combinándolo con una intensa vida interior.
Esta última llegó a alcanzar importantes manifestaciones extraordinarias del Señor, pues todos los viernes siguió sufriendo los estigmas, durante el resto de su vida.
Así, el 19 de junio de 1961, Elena Aiello dejaría este mundo a sus 66 años, dejando un riquísimo legado teológico-místico, como una floreciente comunidad religiosa.
El 14 de setiembre del año 2011 sería beatificada por el ahora Papa Emérito Benedicto XVI, siendo una figura emblemática y cuyas palabras siguen resonando hasta hoy.
Los estigmas de la Beata Elena Aiello: su significado teológico
Cabe decir que Elena fue una mujer de grandes sufrimientos, pero también de grandes alturas en el amor. Al igual que otras místicas como Santa Catalina de Siena en la Edad Media o más recientemente, Santa Gema Galgani, el de Elena es un testimonio que conturba.
Fue una mujer cuyo amor a Cristo llegó a somatizarse, a manifestarse visiblemente, como signo de contradicción ante la debacle que sufre la humanidad.
Sor Elena Aiello nos devela que la Pasión nos conecta a Cristo mismo, cuyo santo sacrificio se actualiza en la Santa Misa, pero también se actualiza en quienes le aman en el sufrimiento.
He aquí el gran misterio: Cristo, tras haber sufrido y padecido en su existencia histórica, resucitó y asumió su dimensión gloriosa, trascendiendo la historia. Los sucesos históricos vividos por Jesús en su Pasión, y que meditamos en el Santo Via Crucis, forman ahora parte de su existencia gloriosa.
Sin embargo, en su divina sabiduría y amor, permite el Señor que puedan ser reactualizados esos sufrimientos en las almas a quienes Él elige, pero que también dichas almas libremente aceptan para ser víctimas para la salvación de la humanidad.
La Pasión, acontecimiento histórico padecido por el Señor, puede ser reproducido por Él de manera mística, visible y verdadera en los cuerpos de quienes se vinculan a Él en un amor profundo, que se da totalmente.
Y el hecho de que semejante fenómeno sea posible no implica que el Señor, a través de quienes sufren sus estigmas, vuelva a esta existencia histórica y terrenal en que nos desenvolvemos.
Antes bien, todo es constantemente asumido en su ser glorioso y divino. Místicas como Elena son partícipes de la Pasión, pero también de la gloria que el Señor ha traído a través de su sacrificio en la cruz.
Elena Aiello y la Pasión: la exhortación final
La beata italiana fue entonces una testigo de lo sobrenatural. Su testimonio es aún más interpelante si a los estigmas se le suma el hecho de que a partir de 1954 profetizó la actual corrupción que afecta a un creciente sector de la Iglesia hoy en día.
Escándalos, inmoralidad, tibieza y confusión doctrinal de diversa índole por parte del clero y laicos fueron ya acontecimientos que atribularon su corazón en aquel momento.
Por eso, su testimonio de amor crucificado; de un amor dulce que invita a adentrarse en el misterio de Dios, es un llamado de atención. Este es probablemente el detalle que más incomodidad y rechazo genera en muchos hoy en día; la exhortación a una vida en constante desafío por parte de Dios.
Ese vínculo entre amor y sufrimiento, entre darse totalmente a Cristo no en la comodidad ni en lo placentero, sino en la realidad del sufrimiento humano, es lo que se convierte en pura dulzura cuando la mirada está fija en el Señor crucificado.
No es que deba buscarse el sufrimiento por sí mismo, a la manera de un burdo masoquismo. Sino que todo sufrimiento inevitable en el camino de la vida sea reconocido como lo que realmente es: una gracia de Dios para nuestra santificación.
La búsqueda de la felicidad y el placer no son un pecado; todo lo contrario. Pero la gran pregunta es: ¿qué es aquello que constituye la felicidad, el placer y lo bello para nosotros?
¿En dónde ponemos todo nuestro corazón? ¿En lo visible y pasajero de este mundo? ¿O en lo invisible y eterno? Pues conviene tener presente, que los pensamientos y los caminos de Dios no son los nuestros (Is 55,8-9).
Máster en Estudios Teológicos y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Costa Rica. Creador y Director de la Academia Plenitud del Misterio. Ha brindado formación en numerosas áreas que abarcan desde la teología, la mística y la espiritualidad hasta la investigación científica. Como laico, esposo e hijo de familia, se dedica a desarrollar su vocación de servicio a las almas a través de una perspectiva integral.
Sencillamente impactante para mí,, un deseo enorme de semejarme a estás grandes Santas y de entregarme por medio del sufrimiento y unirme más a Cristo y servirle y amarle
Qué tesoro abrumador de hermoso se pierden las sectas protestantes. Qué amor y qué joya de misericordia quiere darnos Jesús, Su Corona Divina para expiar pecados vía sufrimiento y llegar nosotros a la gloria que Él nos regala. No es fácil y huímos al dolor, pero hay que pedirle Su gracia, Su fuerza.
Debemos ser conscientes de que si Él sufrió tantísimi, ¿por qué nosotros no vamos a sufrir a modo semejante con Él? Jesus amás hizo esa bobada de «Pare de sufrir», que es tremenda burla a Su sacrificio. Jesús dio TODO, jasta a Su madre, y dejó nada en reserva, y se ponen algunos necios a buscar darle «alivio» a sus vidas. Por favor…
Jesús mío: si es Tu Divina Voluntad y me ves digno, hazme sufrir lo que te parezca en este mísero cuerpo. Que sea para Tu gloria y la salvación del mundo. Dame valor para resistir todo y ofrecerte mis amarguras. Sostenme firme para servirte. Amén!
Imprecionante un ejemplo a seguir y una luz y esperanza para futuras generaciones. Amen ✝