Ascesis

Ascesis: el combate por alcanzar la perfección

 “¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, más uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo,y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible.Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado”

(1 Corintios 9:24-27)

Meditemos un momento este texto de la carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, ¿qué ideas surgen en nuestra mente al leerlo?

Quienes intentamos seguir al Señor cada día posiblemente comprenderemos lo que significa privarnos de todo por esa “corona incorruptible” que es la vida eterna. Pero ¿qué significa eso de golpear el cuerpo y esclavizarlo? ¿predicaba San Pablo el hacerse violencia a uno mismo?

La palabra que mejor define lo que el Apóstol de los gentiles intentaba explicar es la ascesis, muy aborrecida por muchos, e incomprendida por otros.

¿Qué hemos escuchado sobre la ascesis o qué ideas tenemos al respecto?

Efectivamente, muchos suelen creer erróneamente que la ascesis es sinónimo de represión, masoquismo o anularse a uno mismo, pero ello es falso.

La ascesis no sólo ha sido práctica común en todos los santos, sino que en sí misma es indispensable para alcanzar una vida espiritual profunda. Cuando es bien entendida y saludablemente practicada, es un valioso medio para liberarnos de muchos apegos tóxicos que sí pueden resultar dañinos.

El significado e importancia de la ascesis

Para quienes no conocen su significado, la palabra “ascesis” viene de la palabra griega ἄσκησις, que significa “ejercicio” o “entrenamiento”.

Sus connotaciones deportivas y militares son evidentes, pues se refería al entrenamiento que antiguos atletas y guerreros realizaban para mantenerse a la altura de su oficio.

De esta forma, en la cultura grecorromana, el asceta, o ἀσκητής, era aquel que se dedicaba con esfuerzo metódico a una profesión o un arte.

Ello valía también para filósofos y religiosos, mostrándonos que la ascesis se refiere entonces al esfuerzo humano por alcanzar la perfección. Palabra escurridiza ciertamente, pero que ha estado presente en el horizonte de la vida humana desde sus comienzos.

Es desde este trasfondo lingüístico y cultural que San Pablo sentó las bases de lo que luego sería el ascetismo cristiano.

En el texto que abre nuestra reflexión, él plantea una inteligente analogía entre la vida disciplinada de atletas, guerreros y filósofos, y la vida cristiana.

Con el paso de los siglos, el ascetismo evolucionaría hasta convertirse en una serie de prácticas alimenticias, meditativas y espirituales que formarían parte del monacato.

Sin embargo, el ascetismo cristiano no tiene únicamente un trasfondo griego, también es heredero de la teología de los profetas, imbuida en una rica mentalidad ascética: Isaías, Elías y San Juan el Bautista son sólo algunos ejemplos.

Tampoco se reduce a la vida en los monasterios; los laicos, de hecho, también estamos llamados a practicar la ascesis en nuestra vida cotidiana.

En tanto formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, participamos del sacrificio de Cristo en la Eucaristía, ofrecido por los sacerdotes. En este sentido, el sacerdocio ministerial se complementa con el sacerdocio común de los fieles, uniéndonos como pueblo de Dios al único sacerdocio de Cristo.

Por eso la Constitución Dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano plantea lo siguiente:

“Los fieles, en cambio, en virtud de su sacerdocio regio, concurren a la ofrenda de la Eucaristía, y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa, en la abnegación y caridad operante.” (N. 10)

La ascesis entonces tiene una relación fundamental con la mística y la espiritualidad católicas, pues es el primer paso en el camino hacia la santidad.

A este punto podemos preguntarnos, ¿cuál es el fin de la ascesis? Ser un entrenamiento para amar como Dios mismo ama. Veamos de qué trata.

La ascesis y su relación con la mística

Podemos comprender entonces cómo la ascesis es una parte -no el todo- del camino de perfección que constituye la espiritualidad católica, es decir, la búsqueda de una unión transformante con el Señor.

En palabras de Royo (2002): “la ascesis y la mística se compenetran mutuamente como dos aspectos distintos de un mismo camino espiritual, en cuya etapa primera predominan los actos ascéticos y en la segunda, los místicos.” (p. 652)

En este sentido, Arintero (1952), uno de los teólogos españoles más destacados entre los siglos XIX y XX, nos recuerda que la ascesis es sólo un primer peldaño dentro de la vida espiritual, cuya cumbre es la mística.

La ascesis nos enseña a conducir nuestra vida manera laboriosa, ejercitando las virtudes, las prácticas piadosas y en sí, a construir una vida disciplinada.

Todo esto entonces, prepara el terreno para que el Señor -por medio del Espíritu Santo– conceda las gracias que dan forma a una vida perfumada por su divina presencia. A través de sus prácticas, la ascesis nos libera y purifica de todos los apegos que impiden amar plenamente a Dios por quien es Él.

Es interesante observar que no hace mucho, Erich Fromm consideraba el amar como un arte, que requiere tiempo, dedicación, conocimiento, uno que ciertamente se ha ido perdiendo en nuestra época.

Similar ocurre con la ascesis: es un esforzarse continuamente para estar a la altura de las exigencias de la vida espiritual, llevándonos así a la unión mística con Dios.

Esto aplica por supuesto, cuando la vida espiritual es tomada en serio, pues diferente sería una simple y acomodaticia confesión de fe que no tiene mayor incidencia en la vida real.

Por eso en la Carta de Santiago se nos advierte de manera tajante: “La fe sin obras está muerta” (St 2:14-16).

Una fe que no se manifiesta en pensamientos, palabras y acciones que transfiguren el amor de Dios, se reduce a ser vana palabrería y melodrama.

¿Por qué el combate espiritual?

En muchas ocasiones he observado o escuchado en varias personas la idea de que la vida espiritual es opuesta a lo que implica la ascesis.

 Se concibe la vida de fe como si fuese algo que no requiere mayor esfuerzo, disciplina y hasta combatir por alcanzar la perfección a la que nos llama el Señor.

Pero ¿de qué combate se trata? De un combate espiritual, que creo, podremos entender mejor analizando lo siguiente.

Cabe mencionar que el fenómeno del ascetismo no es exclusivo del cristianismo; en prácticamente todas las religiones existen prácticas ascéticas como ascetas.

Por ejemplo, algunos de los más conocidos son los sadhus y los yoguis en el hinduismo, cuyas penitencias y austeridades pueden ser bastante extremas.

También se encuentran los monjes guerreros del Templo Shaolin, pertenecientes al budismo chan. Son conocidos por el riguroso entrenamiento físico en artes marciales al que se someten a diario, con tal de alcanzar la Iluminación o nirvāṇa.

Con estos últimos surge una analogía interesante con la vida espiritual en el cristianismo, pues en ciertas etapas del entrenamiento en artes marciales, sobre todo en kung fu, karate o muay thai, es necesario no sólo aprender a dar golpes, sino también recibirlos.

Esto implica realizar ciertas prácticas controladas de acondicionar el cuerpo, propinándole golpes, ya sea por otros practicantes o con distintos objetos.

La dureza e intensidad de los golpes va incrementándose conforme la estructura ósea y muscular adquieren la resistencia física y mental para soportar el dolor.

Esto se combina con masajes y con la aplicación de aceites especiales en la piel, para favorecer la regeneración muscular y ósea.

De esta forma, la intención es que el practicante vaya consolidando una disciplina que propicie el autocontrol y el dominio de sí mismo.

Esta vida disciplinada, centrada y basada en el dominio de sí mismo propicia una mayor lucidez y serenidad interior en sus practicantes.

Se incrementan así también las posibilidades de supervivencia en caso de que se tenga que combatir para proteger la integridad física o la de otros.

Pensémoslo así: resultaría inútil dominar a la perfección las técnicas de combate si al primer golpe recibido el practicante no mantiene el autocontrol, cede al dolor, y se deshace como un castillo de naipes.

De manera análoga sucede entonces con quien se entrena en el combate espiritual, con tal de alcanzar lo que Royo (2002) llama la “perfección cristiana”.

¿De qué serviría hacer oración, cantar y alabar al Señor, hablar siempre de Él, si a la primera adversidad o tentación que trae la vida el católico no tiene dominio de sí mismo, cede y se derrumba?

Recordemos el texto de Mt 7, 21-23: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.

Con esto no minusvaloro la importancia de la oración y sus distintas formas, todo lo contrario, su importancia es monumental e indispensable.

Pero una oración sin dominio de nosotros mismos, sin disciplina ni abnegación, no va más allá de unas cuantas palabras emotivas. Necesitamos ser constantes, y entregarnos cada día del todo para que el Señor irrumpa en nuestras vidas con su amor y su gracia.

Es precisamente por ello que una vida ascética puede llevar nuestras oraciones a un nivel superior; a una mayor intimidad con el Señor.

Esto nos permitirá alcanzar un mayor silencio interior, una mayor serenidad para sentir la presencia de Cristo en cada tramo de nuestro camino. Pero también y sobre todo, para que nuestras vidas adquieran un nuevo sentido, iluminadas por el horizonte de una fe que se forja en el combate espiritual.

Referencias bibliográficas

Arintero, J.G. (1952). La evolución mística: en el desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Royo, A. (2002). Teología de la perfección cristiana. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

3 comentarios en “Ascesis: el combate por alcanzar la perfección”

  1. Gerardo Piedra Castillo

    Increíble descripción, de la Ascesis, como aquella práctica para alcanzar la disciplina, tan necesaria e importante en la vida, principalmente ante un mundo que ofrece tanta distracción, lo cual perturba, distrae y molesta la sana búsqueda del bien. Ante realidades tan sensibles, que oportuno es poder crear un dominio del sí mismo, perseguir aquel silencio tan vital en un entorno ruidoso y asimétrico y amorfo.
    Cuán necesario y urgente saber orar, recogerse y aspirar a la mística o aquella verdadera experiencia de Dios, y así lograr trascender el yo, más allá de vana palabrería y vacilante religiosidad.

    1. MET. Marco Antonio Quesada

      Hola don Gerardo

      Excelente reflexión, le agradezco compartirla. Aprender a llevar una vida ascética, de recogimiento, es indispensable para alcanzar la santidad, y en este mundo, es doblemente necesario.

      Bendiciones

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